LOS ATAJOS DEL DUELO POR SUICIDIO. Alejandro Rocamora Bonilla.

artículo febrero 2023. Atajos duelo por suicidio

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LOS ATAJOS DEL DUELO POR SUICIDIO

Alejandro Rocamora Bonilla

            Hace un año, en colaboración con los profesionales de AIPIS, publiqué mi último libro “Un camino sin atajos”. Duelo por el suicidio de un ser querido. Se eligió este título pues era la forma de entender el duelo de una madre que había perdido a su hija por suicidio. Lo que se quiere significar es que el duelo es un proceso psicológico que necesita tiempo para su elaboración y no podemos quemar etapas. Hoy me pregunto: ¿cuáles son los atajos más frecuentes que los dolientes pretenden tomar? ¿cómo se produce una adaptación sana ante la muerte del ser querido?

Metamorfosis del gusano en mariposa

            Cuando hablamos del duelo solemos decir que es un largo camino que comienza con la muerte del ser querido, pero que desconocemos cuando llegaremos al final. El proceso de duelo E. Lukas (2002)[1] lo compara a la metamorfosis del gusano en mariposa. Dice así:

“El período de duelo es comparable al esfuerzo que el gusano de seda realiza para liberarse del capullo y convertirse en mariposa. Unos científicos queriendo ayudar a las crisálidas en su enorme esfuerzo por romper el capullo con sus débiles alas, abrieron desde el exterior los capullos. El resultado fue nefasto; las mariposas comenzaron a hormiguear, pues fueron incapaces de volar y alcanzar el néctar de las flores; todas murieron de inanición. El período de duelo podría ser la metamorfosis, tras la cual consiguen liberarse de la fina cáscara de la angustia utilizando las alas del espíritu”.

Es decir, en el largo proceso del duelo, algunas personas queriendo una solución inmediata, buscan “atajos” a su malestar. Bien porque no quieren sufrir (aunque de esta manera sufren más y durante más tiempo), o bien, por la imperiosa necesidad de normalizar su vida y llegar a la “sanación” cuanto antes.

Atajos

El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que atajo “es una senda o paraje por donde se abrevia el camino”. Respecto al proceso del duelo ¿cuáles son los “atajos” más frecuentes?

1.La negación: es el mecanismo defensivo más arcaico y el que primero utiliza el niño (“yo no he sido”, aunque haya roto el juguete delante de sus padres). Se piensa: “si niego su muerte será como si no hubiera ocurrido”. Craso error. La realidad se impone y nos sentimos sin “herramientas” para afrontarla. Recuerdo una viuda que le llegaban denuncias, documentos para su marido fallecido. Siempre decía “esta persona ya no vive aquí”. No admitía que su marido llevaba año y medio fallecido.

2.La farmacología: vivimos en una sociedad que siente “fobia al sufrimiento” y por esto se quiere neutralizar rápidamente la pérdida de un ser querido con un fármaco. A veces, tanto el doliente como sus familiares y amigos no quieren sufrir, y por esto reclaman el ansiolítico o el antidepresivo. Es cierto, que en algunas ocasiones puede ser necesario un tratamiento farmacológico (grave trastorno depresivo, etc.) pero nunca será suficiente. Se precisa de un tiempo de elaboración de la pérdida y encontrar nuevamente, a pesar de la ausencia, su espacio en su vida.

3. La evitación. La evitación es un mecanismo de defensa que se pone en funcionamiento para impedir conectarnos con el dolor. Hay distintas formas de evitar ese afrontamiento del dolor:

  1. Adicción al trabajo: en ocasiones tras la muerte del ser querido se multiplican las horas de trabajo buscando “normalizar “cuanto antes el dolor ante la pérdida o intentando de esta forma neutralizar la angustia. Como me decía un doliente dueño de una carnicería, tras la muerte de su mujer: “ahora paso prácticamente todo el día en la tienda y solamente voy a casa a dormir”.

 

  1. Múltiples actividades: es la recomendación frecuente de los familiares y amigos: “tienes que apuntarte a yoga”, o “las clases de historia”, o “a las clases de baile”, y un largo etcétera. Existen dolientes que siguen a raja tabla estos consejos en un intento de dar la imagen de “normalización” ante la muerte del ser querido. Pero muchas veces “es peor el remedio que la enfermedad” y se multiplica el dolor del doliente: ahora sufre por la pérdida y por no realizar esas actividades de forma satisfactoria.

 

  1. Alcoholismo:  o cualquier otra adicción, nos permite “olvidar” la pérdida, pero también nos dificulta hacer una buena elaboración del duelo.

 

4.La culpa:  como bien dice Magañas (2015)[2] en un breve, pero ilustrativo artículo, la culpa tras la muerte de un ser querido puede tener estas funciones:

  1. Sentirse culpable por lo que se hizo o no se hizo es angustioso, pero nos permite seguir unidos al fallecido.
  2. Algunas personas mediante la culpa tienen la falsa percepción de que tienen control sobre la situación.
  3. También puede ser una forma de “adaptarse” a la situación. “Falsa adaptación” que produce más angustia.

En definitiva, la culpa puede constituir un “atajo” para lograr la sanación, aunque la realidad es que produce más angustia y más malestar. Por esto, no debemos destruir la culpa, sino transformarla para seguir por un camino saludable.

El duelo: aceptación y adaptación

            En ese largo camino de la elaboración del duelo podemos distinguir dos momentos significativos: aceptación y adaptación. Ambos necesarios e insustituibles.

            Es verdad, que diferentes modelos de ayuda en el duelo señalan como primera condición del proceso la aceptación de la muerte del ser querido.  Sin embargo, habría que señalar qué queremos decir cuando afirmamos la necesidad de aceptar la muerte.

            Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra “aceptación” en su primera acepción, significa “recibir uno voluntariamente lo que se le da, ofrece o encarga”, y en su segunda acepción, afirma “aprobar”, “dar por bueno”. Es evidente que la mayoría de los dolientes “no darían por bueno” la muerte de su ser querido. Es lo que le ocurría a Alfonso, padre que había perdido a su hijo por suicidio, que ante la insistencia de que tenía que aceptar su muerte, decía. “Cómo voy a aceptar su muerte, cuando me parece que el suicidio es contra natura. Sé que mi hijo a muerto, pero no me pidas que acepte algo que me ha roto el corazón”

            Por esto, más que aceptar mejor sería hablar de reconocer la muerte del familiar, como forma de contraponerlo al proceso de negación, que es lo que en definitiva queremos evitar.

            Por otra parte, si admitimos la palabra aceptación habría que distinguir una “aceptación racional” (lo contraria sería la locura) de una “aceptación emocional” (lo contrario sería la angustia permanente). Bellamente lo expone Alba Payás (2014)[3] cuando afirma que “das un pequeño paso en tu camino cuando aceptas racionalmente la muerte de tu ser querido, y das un paso de gigante cuando la aceptas emocionalmente”.

En el otro extremo del proceso de duelo se encuentra la adaptación. Esta entendida en término de Piaget (1955)[4]  al referirse a la adolescencia, como etapa evolutiva y período nuevo en la biografía del sujeto. El autor describe la necesidad de un doble movimiento para que se produzca una buena adaptación: acomodación y asimilación. Es decir, se debe producir una adaptación autoplástica (cambio del yo) y una adaptación aloplàstica (cambio del medio): Si esto no ocurre se producirìa las falsas evoluciones de la persona ( neurosis, psicosis o psicopatías).

            En el proceso de duelo también podemos aplicar este doble concepto: uno, es la modificación del propio individuo (cambio de hábitos y conductas, etc., acomodación lo llama Piaget); y el otro, descubrir al máximo la nueva realidad, que la situación de la muerte ha puesto de manifiesto (capacidad de compartir, la solidaridad, etc. asimilación lo llama Piaget). Por esto podemos afirmar, que, en términos generales, consideramos bien adaptada a una persona si su productividad, su capacidad para disfrutar de la vida y su equilibrio mental no están perturbados. Lo contrario sería el caos, la angustia, la crisis. Esta se produce, precisamente por el abismo que se establece entre el individuo (sus necesidades) y las exigencias de los otros. La crisis, pues, se ocasiona no como resultado de una grave situación, sino por el desajuste entre el sujeto y esa nueva realidad. Por su dificultad de adaptación. Se necesita, pues, una adaptación creativa.

 

            La resolución del duelo, pues, pasa por adaptarse a la nueva situación (de pérdida), no de forma pasiva o resignada, sino tratando de sacar el mayor beneficio, de lo que en principio es no deseado. Sin chantajes, ni utilización de la muerte en detrimento de un tercero, hay que poner los pies en tierra (reconocer las propias posibilidades y límites) y comenzar a caminar, sin atajos, por el sendero que marca la propia vivencia de duelo. Para Neimeyer (2002)[5] es encontrar el significado de la muerte y para V. Frankl (1980)[6] encontrar el sentido a esa nueva situación

 

Corolario

            Como he dicho en otro lugar (Rocamora, 2022)[7]  parafraseando los célebres versos de Machado podríamos concluir: “superviviente, no hay camino, se hace camino al andar”. Es decir, el proceso de duelo por suicidio, además de ser “un camino sin atajos” y personal, es un camino nuevo y que, en la mayoría de los casos, precisa de un guía (terapeuta) para recorrerlo.

Este “hacer camino al andar” va desde el fogonazo de la noticia de la muerte, el desierto de soledad posterior, el trueno de la ira y sensación de abandono, pasando por la carcoma de la culpa y la noche oscura de la desesperanza y tristeza, hasta llegar al remanso de paz del perdón (perdonar y perdonarse). Pero, además, es un camino nuevo, que se recorre por primera vez y que no nos podemos apoyar en experiencias previas, lo que produce angustia y desconcierto. Es “un camino sin folleto de instrucciones” donde en cada tramo y obstáculo hay que improvisar la actuación, con lo que conlleva de sorpresa, miedo y desolación.

El duelo es un camino sin atajos, con altibajos (dos pasitos para adelante, un pasito para atrás), donde es importante en ese andar el camino, tu salud física, tu salud mental, como estás haciendo este camino (conductas), con quien vas acompañada (sola, amigos, familiares), cuáles son tus emociones en este caminar (rabia, culpa, tristeza, ira,), cómo está la mochila que llevas (¿va muy cargada? ¿algún hijo con problemas? ¿duelos anteriores no cerrados? ¿traumas infantiles? Revisa si te puedes liberar de alguna cosa.

Como ocurrió en el experimento de adelantar el proceso de la metamorfosis de gusano a mariposa, en los “atajos” del duelo suele ocurrir lo contrario que se desea: se intensifica y cronifica el dolor y se dificulta grandemente una buena elaboración del duelo.

            La solución, pues, es darse tiempo (cada persona tiene su ritmo), respetando el de los demás, pues, “las soluciones rápidas” no son soluciones, sino que a veces complican más el duelo. Y aunque es cierto que “el tiempo no lo cura todo”, si es verdad que el tiempo nos puede permite realizar una adaptación creativa (asimilación y acomodación).

 

[1] Lukas, E. (2002). En la tristeza pervive el amor. Barcelona: Paidós, p.43

[2] Magaña, M. Culpa: querida enemiga, en Humanizar, 139 (marzo-abril) 2015

[3] Payás, A. (2014). El mensaje de las lágrimas. Una guía para superar la pérdida de un ser querido. Barcelona: Paidós,  13ª edición, p. 165

[4] Piaget,J., Inhelder, B. : De la logique de l´enfant á la logique de l´adolescent,  P.U.F., Paris, 1955, Vol I.

 

[5] Neimeyer, R.R. (2002). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Barcelona: Paidós

 

[6] Frankl, V. (1980). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. (original de 1946).

 

[7] Rocamora, A. (2022). Un camino sin atajos. Duelo por el suicidio de un ser querido. Bilbao: Desclée De Brouwer, p.197