
Alejandro Rocamora es un reconocido psiquiatra de España, ha colaborado durante cuarenta años en el Teléfono de la Esperanza. Autor de diversos libros. Da numerosas ponencias relacionadas con el duelo y con la conducta suicida, entre otros temas. Actualmente psiquiatra y profesor en el Centro de Humanización de la Salud. Alejandro, nos ha querido dejar su opinión profesional sobre esta guía.
EL SUPERVIVIENTE: UN LABERINTO DE EMOCIONES
Guía para los familiares en duelo por suicidio. Supervivientes
Al finalizar de leer esta Guía, he recordado lo que me dijo Antonia, hace ya muchos años, tras el suicidio de su hijo Luis: “Me siento como perdida en un inmenso laberinto de emociones (tristeza, ira, culpa, rabia, y un largo etcétera). Soy yo, pero parece que soy otra persona. ¿Es esto normal?”
Dos vivencias presentes en muchos supervivientes: la confusión y el desconcierto ante sentimientos tan dolorosos.
Si en aquel momento hubiera existido esta Guía, se la hubiera ofrecido a Antonia pues le hubiera ayudado a salir de su confusión y de sentir, como bien dice la propia Guía, que “todas esas vivencias son reacciones normales a una situación anormal”. Es uno de los objetivos de esta Guía: describir las posibles vivencias por las que el superviviente pasa y la actitud mas sana ante ellas.
Esta Guía está desarrollada sobre dos pilares: el conocimiento de los expertos (Montserrat Montés, Antonia Jiménez y Javier Jiménez) y la experiencia de un grupo de supervivientes (Grupo de Familiares y Allegados en Duelo por suicidio AIPIS-FAeDS). Por esto, se ha podido construir un texto claro y científico, no exento de sentimientos y de vivencias. Se une teoría y experiencia personal. Esta mezcla es lo que permite al lector de la Guía caminar con paso firme por el siempre turbulento torbellino de emociones tras el suicidio de un ser querido.
Es evidente que no existe el suicida, sino una persona que se quiere o que se ha suicidado. Esto provoca que la conducta suicida es compleja y multidimensional y es sobre todo subjetiva y personalizada. Cada persona vive de forma única su deseo de morir. También la repercusión de esa conducta en los otros (familiares, amigos, profesionales, etc.) es personal e intransferible. Lo que es común a todos es que provoca un tsunami de sentimientos (ira, culpa, etc.) y el superviviente, como Antonia, se encuentra inmerso en un mar de emociones.
La Guía, que estamos presentando, puede ser un buen cicerone para encontrar la “salida sana” en ese laberinto de emociones. Para este fin, describe de forma magistral el proceso de duelo por suicidio e indica “recomendaciones” para salir de ese laberinto.
Toda la Guía rezuma un sentimiento de respeto hacia los supervivientes, y son presentados mas que como víctimas como protagonistas de un fenómeno universal: el duelo por suicidio. Eso sí, deja muy claro que nadie está preparado para afrontar un duelo por suicidio de un familiar y por eso, en la mayoría de los casos, es necesario la ayuda de un profesional para salir de esa situación.
Me ha parecido muy original el apartado de “los mitos sobre el suicidio en relación con los supervivientes”, pues siempre hablamos de los mitos referidos al suicidio, no a los supervivientes.
La Guía finaliza con una mirada hacia adelante, llena de esperanza, pero también de respeto a los supervivientes. He aquí un ejemplo: me parece muy acertada la propuesta de que cada uno puede tomar la decisión de hablar o no hablar sobre el suicidio del familiar, pero se afirma, “es mejor hablar que ocultar”.
Considero, pues, que esta Guía puede ser de gran ayuda para las personas que han perdido a un ser querido por suicidio, pues sin moralizar, ni sancionar, ni ridiculizar, indica los pasos para salir del tortuoso laberinto de emociones, en el que el superviviente se encuentra.
Gracias, a los autores, tanto a los profesionales como a los supervivientes, pues muchas Antonias se pueden beneficiar de la lectura de esta Guía.
Alejandro Rocamora Bonilla