TESTIMONIOS PARA AYUDAR. ESCRITO POR MARÍA FERNÁNDEZ-CAVADA. UNAS NAVIDADES QUE SE HACEN DURAS.

Es una pena, pero la Navidad pasa a un segundo plano, se convierte en un compromiso y en un trámite que hay que pasar.  Afloran muchos sentimientos, la incredulidad del paso del tiempo y te das aún más cuenta - más todavía si cabe - del hueco tan grande que ha dejado. Es verdad que el primer año tras la muerte de mi hermano, apenas recuerdo mucho, simplemente me dejaba llevar por lo que iba llegando. Mi gran temor eran mis padres y temblaba con cada fecha: el 24, el 25, el 27, el 31, el 6 de enero... Ahora que miro atrás, pienso que ojalá me hubiese concentrado más en mí, en mi duelo y en mi sufrimiento.

Es importante estar rodeado de gente que te quiere y no cumplir con compromisos que no queremos. Pedir ayuda si es necesario, y abrirte con quien tengas más confianza para no pasar este mal trago en silencio. No hay necesidad, aunque a veces el silencio sea un buen aliado. El suicidio tiene ese efecto enmudecedor, en nosotros los supervivientes y en el resto de las personas. Ese lastre que nos impide sufrir libremente y en compañía de los demás, que impide a los que nos rodean saber cómo darnos cobijo. Creo que nos quedamos solas mi hermana y yo parte de las Navidades y mis padres decidieron pasarlo fuera. ¿Alivio o sufrimiento? No lo sé, las dos cosas, alivio por no tener que estar pendiente (como si eso ayudara a alguien) pero sufrimiento por ver como tu familia se va a pique.

No sólo es la muerte, no sólo es un suicidio, es la catástrofe que desata en los que quedamos. Depende mucho de la gente que tenemos alrededor, pero puedo decir que son muy pocos los que se acercan en navidad y te preguntan directamente cómo estás, como estás lidiando con todo, cómo te pueden ayudar o cómo pueden facilitarte esos días. De alguna manera cada uno intenta hacer lo que cree que va a ser mejor. Y nosotros, es suficiente con pasar unas navidades sin nuestro ser querido como para encima cumplir con las fiestas.

La primera Navidad me pareció una película donde me veía en tercera persona, no tienes nada que brindar, ni conversación que dar, que cotillón al que asistir. Tu vida se ha parado y no das crédito. No pasa nada, es tu duelo y tu dolor y no hay ni bien ni mal.

El duelo es de esas cosas que no es estándar, cada uno lo lleva como puede y los que están alrededor tendrán que amoldarse. Nosotros sufrimos todos los días del año y no son más que eso, más días del año. Creo que no fui capaz ni de llorar, tenía tal bloqueo que simplemente seguía a la multitud. Eche de menos que le nombráramos más, que le tuviéramos presente en «voz alta» y de forma positiva. ¿Qué contestas a un qué tal? a un ¿qué vas a hacer estas navidades?, depende de quién te pregunte... pero son preguntas que aunque parezcan muy simples suponen un esfuerzo.

 Sólo necesitaba cariño y cobijo, tenía 20 años cuando murió mi hermano y ese primer año únicamente quería sentirme arropada y querida. Es increíble el contraste de tu duelo con la aparente felicidad del resto del mundo, es un contraste muy doloroso. La gente que tenemos a nuestro alrededor y nos quiere, sólo están esperando a que les digamos como nos pueden ayudar, y a veces aunque sea injusto, tenemos que decirlo nosotros mismos. Sólo son unas fechas más en el calendario, nuestro duelo es continuo en el tiempo. 

Un esfuerzo por tener que contestar a algo que tú ni sabes, no sabes cómo estás ni sabes qué vas a hacer ni sabes qué quieres hacer ni sabes nada. Tú te has apeado un momento de la vida y alucinas con la velocidad que tiene. No hay que contestar si no quieres, no hay que ser amable si no quieres, estás pasando un horror y te mereces no contestar. Te puedes permitir no celebrar nada, meterte en la cama y esperar a que sea el año que viene. Te mereces irte al cine si normalmente tenías cena, irte a dar un paseo mientras el resto comen o quedarte sentada pensando en tu ser querido. No tienes que cumplir con nada ni nadie, solo contigo mismo, por que quien más importa eres tú, sin ti no vas a ninguna parte.